Senderos de Gloria me parece una película definitiva. Una obra maestra incontestable que nos sitúa en el terreno de la dignidad. En esa zona donde nuestras emociones se tornan grises y tenebrosas. Rebosantes de impotencia y desesperanza. Pero donde, afortunadamente, un rayo de luz aparece para atenuar la amargura y el dolor por los que transita esta joya del cine bélico. Aunque para hablar con más propiedad, debería decir del cine pacifista. Por que estos senderos de odio, habitados por personajes cínicos, inhumanos y amorales, nos conducen de una manera contundente a una implacable crítica al sin sentido de los conflictos bélicos.
Kirk Douglas produjo, prácticamente de manera simultánea, dos películas imprescindibles a mi modo de ver: Los vikingos y Senderos de Gloria. Hacía poco tiempo que Douglas había puesto en marcha su propia compañía: Bryna Productions, y se implicó concienzudamente en todos los detalles relativos a estas dos joyas del cine. Él tenía poder absoluto para decidir que se hacía y como se hacía. El enorme éxito de los últimos títulos protagonizados por Kirk Douglas, le permitieron tomar las riendas de su carrera de una manera absoluta. Y lo cierto es que, a la vista de los resultados, sabía muy bien lo que hacía. Supo rodearse de equipos magníficos y reservarse papeles protagonistas ideales con los que poder lucirse de una manera brillante.
Senderos de Gloria es visualmente bellísima. Esos travellings por las trincheras son realmente míticos e inolvidables. Y es una película que provoca en el espectador una rara emoción que pivota entre la ira y la piedad. Entre el horror y la esperanza. Se nos dibuja a el ser humano con sus dos caras. Capaz de lo mejor y lo peor. Y esa es la sensación que deja Senderos de Gloria: un tremendo derechazo en toda la mandíbula que nos deja K.O. Y que cuando empezamos a recuperarnos, nos abre los ojos al desatino y la inutilidad de la guerra, constituyendo un título que, cualquier amante del cine, guardara para siempre como parte de sus mejores experiencias cinematográficas.
El hombre de Boston
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