Carta Blanca de Jordi Lafebre







En una carta blanca cada uno puede trazar su propio rumbo. Como los protagonistas de este brillante cómic, que trascienden a su propio destino. Dos seres que se atreven a escribir su propio guion. Que entienden que es posible transitar por otros caminos diferentes a los que, a simple vista, nos tiene preparados la existencia.

Carta blanca es ideal para todos aquellos que aún piensan que los cómics son algo pueril y simple. Un entretenimiento banal destinado únicamente a niños. Estoy convencido de que, si abrieran las páginas de este volumen y se adentraran en sus deslumbrantes viñetas, cambiarían rápidamente de opinión. En ellas se puede encontrar una extraña complicidad con el lector. El autor presupone la inteligencia del lector y, a pesar de su capacidad para transmitir de forma sencilla y eficaz lo que nos quiere contar, hay ocasiones en las que, de manera intencionada en mi opinión, omite ciertos sentimientos y emociones de los protagonistas, dejándolos a la interpretación del afortunado lector.



La relación romántica sostenida en el tiempo entre Ana y Zeno, es el hilo argumental utilizado por Jordi Lafebre para ofrecernos una novela gráfica bellísima, poética y exquisita donde, además del amor, adquieren una importancia capital aspectos como la bondad, el respeto o la comprensión. Ana es una mujer luchadora, tenaz, valiente y pasional. Zeno es un idealista. Un poeta. Un vividor cargado de sentimentalismo. Todo un caballero. El azar, que es la chispa que enciende la mecha de todo aquello que mueve este mundo, hará que Ana y Zeno se conozcan, y sus vidas quedarán enlazadas a partir de ese momento de manera definitiva por medio de un amor inmarcesible.

Si hay algo que caracteriza a Carta Blanca es su sencillez. Su naturalidad desarmante. Toda una retahila inversa de detalles espontáneos que se van sucediendo a lo largo de sus viñetas y que otorgan a la historia una fascinante credibilidad. Ana y Zeno, por supuesto, son los protagonistas absolutos de la narrativa. Su aparición es continua a lo largo de casi todas la páginas. Pero también les acompañan un buen número de personajes secundarios llenos de encanto. Mis preferidos son las tres hermanas solteras que tienen el hábito de sentarse en un banquito frente a la librería de Zeno, del que están enamoradas, y Giuseppe, el bonachón marido de Ana que protagoniza uno de los momentos más intensos, francos e inesperados de Carta Blanca.







Jordi Lafebre se ocupa tanto del dibujo como del guion de esta entrañable historia cargada de ternura en el que supone su primer trabajo en solitario después de su fructífera colaboración con Benoît Drousie (Zidrou), uno de los guionistas más prestigiosos dentro del panorama del cómic europeo actual. De esta colaboración entre ambos surgieron títulos inolvidables (Los buenos veranos, Lydie, La anciana que nunca jugó al tenis). El resultado de esta primera aventura en solitario de Jordi no puede ser más seductor. Lafebre deja patente su habilidad narrativa y da muestra de su talento en el trazo y en la caracterización. Sus lápices otorgan una excelente expresividad a los personajes, dotándolos además de una brillante sensación de movimiento. Todo ello da como resultado un estilo muy personal y definido a este comic, creando una adecuada verosimilitud. Carta blanca rebosa vida en cada una de sus viñetas.


Disfruto de Carta blanca en un volumen publicado por Norma Editorial con la gran calidad a la que nos tiene acostumbrados. Tapa dura con letras en relieve, lomo curvo y papel de buen gramaje.


Una de las peculiaridades de este cómic es, sin duda, el desarrollo del relato. Carta Blanca comienza por el último capítulo. Lo primero que se nos cuenta es el final de esta historia. A partir de ahí, tiene lugar una especie de flashback continuo hasta llegar al principio. Esta fórmula, a pesar de ser muy original, conlleva ciertos riesgos que el autor esquiva con una destreza admirable. De esta manera, en cada capítulo tendrán lugar sucesos o se harán ciertas menciones que únicamente se comprenderán de manera adecuada según se va avanzando en la lectura. Y así, iremos retrocediendo en el tiempo hasta llegar al capítulo 1, que es el final del cómic. El momento donde Ana y Zeno se conocen... Esta estructura está perfectamente construida y supone un interesante puzzle donde todas las piezas van encajando a la perfección según se van sucediendo las viñetas de cada uno de los capítulos. Esto, evidentemente, exige un esfuerzo y concentración adicionales por parte del lector. Algo que, sinceramente, se agradece a medida que vamos avanzando en la lectura, y descubrimos, poco a poco, el encaje perfecto de los elementos y situaciones presentadas por Lafebre. Esta particularidad tiene la ventaja de que también es posible disfrutar del comic por el final, dejándonos la opción de una relectura de atrás hacia adelante. Todo ello tiene un evidente poso cinematográfico que, inevitablemente, me ha traído a la memoria tantas y tantas películas donde es utilizado el uso del flashback como recurso narrativo. 






Jordi plantea un esquema clásico de seis viñetas por página, salvo en ciertos momentos en los que la narración "abraza" el género epistolar y opta por tres amplias viñetas horizontales. Cada capítulo de este libro tiene su "tono" particular. La paleta de colores va cambiando en cada episodio, acentuando sentimientos, emociones o el propio devenir de los acontecimientos. Pero todos los episodios están revestidos de un encanto delicioso. Mis momentos preferidos son aquellos donde prácticamente todo se nos cuenta a través de la imagen. Sin líneas de guion. Como si fuera una película silente. Y no puedo evitar pensar que si Jordi Lafebre hubiese pertenecido a otro tiempo y lugar, habría sido un excelente director de películas mudas. En este sentido, el último capítulo es, sencillamente, perfecto. Un fin de fiesta extraordinario. Sin bocadillos. Y con la particularidad de que también se desarrolla, en sí mismo, en sentido inverso. Un broche de oro a esta romántica aventura repleta de momentos mágicos y deliciosos. Cito otro de estos instantes, y voy concluyendo: el momento íntimo en que Ana se fotografía para enviarle un retrato a Zeno.








Queridos amigos, nos encontramos ante un cómic magistral. Realmente, lo que se nos cuenta es una manida y tópica historia de amor. Sin embargo, la originalidad en su narrativa y la maestría desplegada por Jordi son los elementos que confieren la excelencia a esta historia de dos almas que se necesitan, se complementan y se dan la felicidad, a pesar de las distancias físicas y temporales. Reitero el asombroso tratamiento de personajes que consigue Jordi en Carta Blanca. En particular, los semblantes y apariencia de Ana y Zeno, que van cambiando según vamos "retrocediendo" años, pero que, en todo momento, mantienen su esencia. Esa perfección en su miradas tan humanas. Solo con el dibujo, el autor hace hablar a sus personajes. 

Por buscarle algún inconveniente, os cuento que el volumen publicado por Norma Editorial no incluye absolutamente ningún extra. Pero os prometo que es un detalle que se olvida cuando uno (vuelve) a abrir este libro y a pasar sus páginas que asombran y emocionan a partes iguales. Como podéis apreciar, Carta blanca me ha "ganado" absolutamente. Y es que el universo de la novela gráfica cada día me produce mayor satisfacción. Cada vez me proporciona más alegrías. Es una suerte que, en estos tiempos donde la Inteligencia Artificial intenta imponerse y extender la mediocridad, el artificio y la confusión, existan comics como este que devuelvan la calidez, la emoción, la belleza y la verdad a nuestras vidas. 


El hombre de Boston




El autor


Jordi Lafebre es un historietista e ilustrador español que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el mercado franco belga. Sus comienzos profesionales fueron como ilustrador profesional para agencias publicitarias y revistas eróticas. Su trayectoria profesional ha alcanzado una evidente madurez, y habrá que estar atentos para seguir la pista a sus nuevos trabajos. Con Carta Blanca, el propio autor ha expresado su intención de llegar a un público nuevo. De conseguir lectores que no tienen por costumbre disfrutar de un buen cómic. Evidentemente, los afortunados que se sumerjan en estas páginas, quedarán gratamente sorprendidos. Yo, personalmente, os animo entusiasmado a ello.


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