EL TREN EN EL CINE



Desde el nacimiento del cine, ha existido una atracción evidente de las películas por este medio de locomoción. Este magnetismo se ha traducido en una presencia continua del tren (y todo lo que le rodea) a lo largo de la historia del séptimo arte. Una colaboración que no cesa con el transcurrir del tiempo, y que se va ampliando constantemente.

He querido destacar esta fructífera relación aportando algunos títulos de películas en las que el tren adquiere, en mayor o menor medida, protagonismo. En unas ocasiones, como figura imprescindible de la película en cuestión, y en otras como elemento tangencial o secundario. En cualquier caso, queda en evidencia que el tren y las películas forman una entrañable y magnífica pareja. 

Es evidente el poder metafórico del tren, que la cinematografía no hace sino acrecentar. Además de una poderosa evocación romántica y nostálgica, el tren adquiere un significado simbólico de progreso y desarrollo. De aventura y viaje a lo desconocido. De descubrimiento y apertura de nuevos horizontes. De despedida o reencuentro con los orígenes y los seres queridos. Una alegoría del poder y la fuerza. Y puede interpretarse también como un inequívoco símbolo fálico.

No pretende serlo, pero esta colección de películas aquí propuestas puede utilizarse como una pequeña guía sobre la que trabajar con mayor profundidad las relaciones entre el cine y el ferrocarril. La lista es inacabable. Leyendo esta entrada, estoy seguro que, inmediatamente, os vienen al recuerdo otros tantos títulos que no están aquí incluidos. 

He acompañado estas imágenes junto a un precioso poema de Ramón de Campoamor que me parece una maravilla. Además, he incluido un par de pequeños apéndices: uno con recomendaciones de libros donde el tren también es leitmotiv de la obra, y otro con cuadros de trenes. Ambos, a pesar de su brevedad, ayudan a comprender la importancia que las artes han dado siempre a este elemento de transporte. Además, dan fe, una vez más, de como el cine aglutina a todas las demás manifestaciones artísticas. 

Viajeros al tren ¡¡¡ La locomotora está humeante. El silbato ha sonado. De inmediato va a comenzar su rugido para ponerse en marcha y llevarnos a territorios placenteros y, en ocasiones, desconocidos. Intriga, tiroteos, terror, romances, risas, viajes en el tiempo y besos. Aventuras y peligros mil. Os animo a disfrutar de la travesía. Que os pueda servir de entretenimiento. Que os incite a soñar despiertos. Si además sirve para poner en marcha vuestra memoria y recordar momentos gloriosos e inolvidables alrededor del tren, tanto mejor. Y si descubrís alguna de las películas o lecturas de vuestra vida, este viaje, habrá merecido, definitivamente, la pena.


El hombre de Boston


El tren (John Frankenheimer, 1964)


Las zapatillas rojas (Michael Powell, Emeric Pressburger, 1948)


Ana Karenina (Julien Duvivier, 1948)


Un largo viaje (Jonathan Teplitzky, 2013)



Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959)


El expreso Polar (Robert Zemeckis, 2004)


Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951)



Berlin Express (Jacques Tourneur, 1948)


El emperador del Norte (Robert Aldrich, 1973)


Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974)


Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007)


Cuenta Conmigo (Rob Reiner, 1986)


Conspiración de Silencio (John Sturges, 1955)


Breve encuentro (David Lean, 1945)


El tren de las 3:10 (James Mangold, 2007)


Tren de noche (Jerzy Kawalerowicz, 1959)


Los chicos del tren (Lionel Jeffries, 1970)


Sucedió en el tren (Mervin LeRoy, 1946)


La última estación (Michael Hoffman, 2009)



El ferroviario (Pietro Germi, 1956)


El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952)


El coronel Von Ryan (Mark Robson, 1965)


Doctor Zhivago (David Lean, 1965)


El tren de las 4.50 (George Pollock, 1961)


Elemental, doctor Freud (Herbert Ross, 1976)


Ese oscuro objeto del deseo (Luis Buñuel, 1977)


15:17 Tren a París (Clint Eastwood, 2018)


El andén (Eduardo Manzanos Brochero, 1957)


El pasajero (Jaume Collet-Serra, 2018)


El llanero solitario (Gore Verbinski, 2013)


Trash, ladrones de esperanza (Stephen Daldry, Christian Duurvoort, 2014)


El tren expreso

Poema en tres cantos por Ramón de Campoamor


Canto primero

La noche


I

Habiéndome robado el albedrío

un amor tan infausto como el mío,

ya recobrados la quietud y el seso,

volvía de París en tren expreso:

y cuando estaba ajeno de cuidado,

como un pobre viajero fatigado,

para pasar bien cómodo la noche

muellemente acostado,

al arrancar el tren subió a mi coche,

seguida de una anciana, 

una joven hermosa,

alta, rubia, delgada y muy graciosa,

digna de ser morena y sevillana.


II

Luego, a una voz de mando 

por algún héroe de las artes dada,

empezó el tren a trepidar, andando

con un trajín de fiera encadenada.

Al dejar la estación, lanzó gemido

la máquina, que libre se veía,

y corriendo al principio solapada,

cual la sierpe que sale de su nido,

ya al claro resplandor de las estrellas,

por los campos, rugiendo, parecía

un león con melena de centellas.


III

Cuando miraba atento

aquel tren que corría como el viento,

con sonrisa impregnada de amargura,

me preguntó la joven con dulzura:

- ¿Sois español?- y a su armonioso acento,

tan armonioso y puro, que aún ahora

el recordarlo sólo me embelesa,

- Soy español,- le dije; - ¿y vos, señora?

- Yo -dijo- soy francesa.

- Podéis -la repliqué- con arrogancia

la hermosura alabar de vuestro suelo,

pues creo, como hay Dios, que es vuestra Francia

un país tan hermoso como el cielo.

- Verdad que es el país de mis amores

el país del ingenio y de la guerra;

pero en cambio, -me dijo,- es vuestra tierra

la patria del honor y de las flores:

no os podéis figurar cuánto me extraña

que al ver sus resplandores,

el sol de vuestra España

no tenga, como el de Asia, adoradores.-

Y después de halagarnos obsequiosos

del patrio amor el puro sentimiento, 

nos quedamos silenciosos

como heridos de un mismo pensamiento.


IV

Caminar entre sombras, es lo mismo

que dar vueltas por sendas mal seguras

en el fondo de un pozo del abismo.

Juntando a la verdad mil conjeturas,

veía allá a lo lejos desde el coche

agitarse sin fin cosas oscuras, 

y en torno, cien especies de negruras

tomadas de cien partes de la noche.

¡Calor de fragua a un lado, al otro frío!

¡Lamentos de la máquina espantosos,

que agregan el terror y el desvarío

a todos estos limbos misteriosos!...

¡Las rocas, que parecen esqueletos!...

¡Las nubes con entrañas abrasadas!...

¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas!...

¡El horror que hace grandes los objetos!...

¡Claridad espectral de la neblina!...

¡Juegos de llama y humo indescriptibles!...

¡Unos grupos de bruma blanquecina

esparcidos por dedos invisibles!...

¡Masas informes!,... ¡Límites inciertos!...

¡Montes que se hunden! ¡Árboles que crecen!...

¡Horizontes lejanos que parecen

vagas costas del reino de los muertos!...

¡Sombra humareda, confusión y niebla!...

¡Acá lo turbio... allá lo indiscernible...

y entre el humo del tren y las tinieblas

aquí una cosa negra, allí otra horrible!...


V

¡Cosa rara! Entre tanto,

al lado de mujer tan seductora

no podía dormir, siendo yo un santo

que duerme, cuando no ama, a cualquier hora.

Mil veces intenté quedar dormido,

mas fue inútil empeño:

admiraba a la joven, y es sabido

que a mí la admiración me quita el sueño.

Yo estaba inquieto, y ella,

sin echar sobre mí mirada alguna,

abrió la ventanilla de su lado,

 y como un ser prendado de la luna,

miró al cielo azulado,

preguntó, por hablar, qué hora sería,

y al ver correr cada fugaz estrella, 

- ¡Ved un alma que pasa! -me decía.


VI

- ¿Vais muy lejos?- con voz ya conmovida

la pregunté a mi joven compañera.

- ¡Muy lejos, -contestó- voy decidida

a morir a un lugar de la frontera!-

Y se quedó, pensando en lo futuro,

su mirada en el aire distraída,

cual se mira en la noche un sitio oscuro

donde fue una visión desvanecida.

- ¿No os habrá divertido,-

la repliqué galante,-

la ciudad seductora

en donde todo amante

deja recuerdos y se trae olvido?

- ¿Lo traéis vos? -me dijo con tristeza.

- Todo en París lo hace olvidar señora,-

le contesté- la moda y la riqueza.

Yo me vine a París desesperado.

Por no ver en Madrid a cierta ingrata.

- Pues yo vine, -exclamó,- y hallé casado

a un hombre ingrato a quien amé soltero.

- Tengo un rencor -le dije- que me mata.

- Yo una pena -me dijo- que me muero.-

Y al recuerdo infeliz de aquel ingrato,

siendo su mente espejo de mi mente,

quedándose en silencio un grande rato

pasó una larga historia por su frente.


VII

Como el tren no corría, que volaba,

era tan vivo el viento, era tan frío,

que el aire parecía que cortaba;

así el lector no extrañará que, tierno,

cuidase de su bien más que del mío,

pues hacía un gran frío, tan gran frío,

que echó al lobo del bosque aquel invierno.

Y cuando ella doliente,

con el cuerpo aterido,

- ¡Tengo frío!- me dijo dulcemente

con voz que, más que voz, era un balido,

me acerqué a contemplar su hermosa frente,

y os juro por el cielo

que, a aquel reflejo de la luz escaso,

la joven parecía hecha de raso,

de nácar, de jazmín y terciopelo;

y creyendo invadidos por el hielo

aquellos pies tan lindos, 

desdoblando mi manta zamorana,

que tenía más borlas verde y grana

que todos los cerezos y los guindos

que en Zamora se crían,

cual si fuese una madre cuidadosa,

con la cabeza ya vertiginosa,

le tapé aquellos pies, que bien podrían

ocultarse en el cáliz de una rosa.


VIII

¡De la sombra y el fuego al claro-oscuro

brotaban perspectivas espantosas,

y me hacía el efecto de un conjuro

el ver reverberar en cada muro

de la sombra las danzas misteriosas!...

¡La joven, que acostada traslucía

con su aspecto ideal, su aire sencillo,

y que, más que mujer, me parecía

un ángel de Rafael o de Murillo !

¡ Sus manos por las venas serpenteadas,

que la fiebre abultaba y encendía,

hermosas manos, que a tener cruzadas

por la oración habitual tendía!...

¡ Sus ojos siempre abiertos aunque a oscuras,

mirando al mundo de las cosas puras!

¡ Su blanca faz de palidez cubierta !

¡ Aquel cuerpo a que daban sus posturas

la celeste fijeza de una muerta !...

¡ Las fajas tenebrosas

del techo, que irradiaba tristemente

aquella luz de cueva submarina;

y esa continua sucesión de cosas

que así en el corazón como en la mente

acaban por formar una neblina !...

¡ Del tren expreso la infernal balumba !...

¡ La claridad de cueva que salía

del techo de aquel coche, que tenía

la forma de la tapa de una tumba !...

¡ La visión triste y bella

del sublime concierto

de todo aquel horrible desconcierto,

me hacían traslucir en torno de ella

algo vivo rondando un algo muerto !


IX

De pronto, atronadora,

entre un humo que surcan llamaradas,

despide la feroz locomotora

un torrente de notas aflautadas,

para anunciar, al despuntar la aurora,

una estación, que en feria convertía

el vulgo con su eterna gritería,

la cual, susurradora y esplendente,

con las luces del gas brillaba enfrente.

Y al llegar, un gemido

lanzando prolongado y lastimero,

el tren en la estación entró seguido

cual si entrase un reptil en su agujero.


El expreso de Shanghai (Josef Von Sternberg, 1932)


Compartimento Nº 6 (Juho Kuosmanen, 2021)


Alarma en el Expreso (Alfred Hitchcock, 1938)


Desde Rusia con amor (Terence Young, 1963)


Pasaje a la India (David Lean, 1984)


Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952)


Tren de noche a Lisboa(Billie August, 2013)


The brave locomotive (Andrew Chesworth, 2023)


Unión Pacífico (Cecil B. DeMille, 1939)


Regreso al futuro. Parte III (Robert Zemeckis, 1990)


El caballo de hierro (John Ford, 1924)


Trenes rigurosamente vigilados (Jirí Menzel, 1966)


El primer gran asalto al tren (Michael Chrichton, 1978)


La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson, 1956)


La jaula de oro (Diego Quemada-Díez, 2013)


La salida de la luna (John Ford, 1957)


Juana de Arco de Mongolia (Ulrike Ottinger, 1989)


Testigo accidental (Peter Hyams, 1990)


Ladrones de trenes (Burt Kennedy, 1973)


La ilusión viaja en tranvía (Luis Buñuel, 1954)


El gran objetivo (Anthony Mann, 1951)


El tren del infierno (Andrei Konchalovsky, 1985)


La batalla del rail (René Clément, 1946)


El último tren (Diego Arsuaga, 2002)


Umberto D. (Vittorio De Sica, 1952)


Venganza Fatal (Kristian Levring, 2014)


Paris, Texas (Win Wenders, 1984)


Indiana Jones y la última cruzada (Steven Spielberg, 1989)


Hombres de Hierro (William Nigh, 1929)


Super 8 (J. J. Abrams, 2011)


La venganza de Frank James (Fritz Lang, 1940)


Canto Segundo

El día


I

Y continuando la infeliz historia, 

que aún vaga, como un sueño, en mi memoria, 

veo al fin a la luz de la alborada

que el rubio de oro de su pelo brilla

cual la paja de trigo calcinada

por Agosto en los campos de Castilla.

Y con semblante cariñoso y serio,

y una expresión del todo religiosa,

como llevando a cabo algún misterio,

después de un -¡ay, Díos mío!-

me dijo señalando a un cementerio:

- ¡Los que duermen allí no tienen frío!-


II

El humo en ondulante movimiento

dividiéndose a un lado y a otro lado,

se tiende por el viento

cual la crin de un caballo desbocado.

Ayer era otra Fauna, hoy otra Flora:

verdura y aridez, calor y frío;

andar tantos kilómetros por hora

causa al alma el mareo del vacío;

pues salvando el abismo, el llano, el monte,

como un ciego correr que al rayo excede,

en loco desvarío

sucede un horizonte a otro horizonte

y una estación a otra estación sucede.


III

Más ciego cada vez por la hermosura

de la mujer aquella,

al fin la hablé con la mayor ternura,

a pesar de mis muchos desengaños;

porque al viajar en tren con una bella

va, aunque un poco al azar y a la aventura

muy deprisa el amor a los treinta años.

Y -¿dónde vais ahora?-

pregunté a la viajera.

- Marcho olvidada por mi amor primero, -

me respondió sincera,

- a esperar el olvido un año entero.

- Pero -¿y después, -le pregunté,- señora?

- Después -me contestó- ¡lo que Dios quiera!


IV

Y porque así sus penas distraía,

las mías le conté con alegría,

y un cuento amontoné sobre otro cuento,

mientras ella, abstrayéndose, veía

las gradaciones de color que hacía

la luz descomponiéndose en el viento.

Y haciendo yo castillos en el aire,

o, como dicen ellos, en España,

la referí, no sé si con donaire,

cuentos de Homero y de Mari-Castaña.

En mis cuadros risueños,

pintando mucho amor y mucha pena,

como el que tiene la cabeza llena

de heroínas francesas y de ensueños,

había cada llama

capaz de poner fuego al mundo entero:

y no faltaba nunca un caballero

que por gustar solícito a su dama

la sirviese, siendo héroe, de escudero.

Y ya de un nuevo amor en los umbrales,

cual si fuese el aliento nuestro idioma,

más bien que con la voz, con las señales,

esta verdad tan grande como un templo

la convertí en axioma:

que para dos que se aman tiernamente,

ella y yo, por ejemplo,

es cosa ya olvidada por sabida

que un árbol, una piedra y una fuente,

pueden ser el edén de nuesra vida.


V

Como en amor es credo

o artículo de fe que yo proclamo,

que en este mundo de pasión y olvido,

o se oye conjugar el verbo te amo,

o la vida mejor no importa un bledo;

aunque entonces, como hombre arrepentido,

el ver a una mujer me daba miedo,

más bien desesperado que atrevido,

- Y ¿un nuevo amor -la pregunté amoroso,

- no os haría olvidar viejos amores?-

Mas ella, sin dar tregua a sus dolores,

contestó con acento cariñoso:

- La tierra está cansada de dar flores;

necesito algún año de reposo.-


VI

Marcha el tren tan seguido, tan seguido,

como aquel que patina por el hielo;

y en confusión extraña,

parecen confundidos tierra y cielo,

una mezcla de sueño y de montaña,

pues cruza de horizonte en horizonte

por la cumbre y el llano,

ya la cresta granítica de un monte,

ya la elástica turba de un pantano;

ya entrando por el hueco 

de algún túnel que horada las montañas,

a cada horrible grito

que lanzando va el tren, responde el eco,

y hace vibrar los muros de granito,

estremeciendo al mundo en sus entrañas;

y dejando aquí un pozo, allí una sierra,

nubes arriba, movimiento abajo, 

en laberinto tal cuesta trabajo

creer en la existencia de la tierra.


VII

Las cosas que miramos,

se vuelven hacia atrás en el instante

que nosotros pasamos;

y, conforme va el tren hacia adelante,

parece que desandan lo que andamos:

y a sus puestos volviéndose, huyen y huyen

en raudo movimiento,

los postes del telégrafo, clavados

en fila a los costados del camino;

y, como gota a gota, fluyen, fluyen, 

uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento, 

y formando confuso y ceniciento

el humo con la luz un remolino, 

no distinguen los ojos deslumbrados

si aquello es sueño, tromba o torbellino.


VIII

¡Oh, mil veces bendita

la inmensa fuerza de la mente humana,

que así el ramblizo como el monte allana, 

y al mundo echando su nivel, lo mismo

los picos de las rocas decapita,

que levanta la tierra,

formando un terraplén sobre un abismo

que llena con pedazos de una sierra!

¡Dignas son, vive Dios, estas hazañas,

no conocidas antes,

del poderoso anhelo

dos grandes gigantes

que, en su ambición, por escalar el cielo,

un tiempo amontonaron las montañas !


IX

Corría en tanto el tren con tal premura,

que el monte abandonó por la ladera, 

la colina dejó por la llanura,

y la llanura, en fin, por la ribera;

y al descenden a un llano,

sitio infeliz de la estación postrera,

le dije con amor:- ¿Sería en vano

que amaros pretendiera?

¿Sería como un niño que quisiera

alcanzar a la luna con la mano?-

Y contestó con lívido semblante:

- No sé lo que seré más adelante,

cuando ya soy vuestra mejor amiga.

Yo me llamo Constancia y soy constante.

¿Qué más queréis -me preguntó- que os diga?-

y, bajando al andén, de angustia llena, 

con prudencia fingió que distraía

su inconsolable pena,

con la gente que entraba y que salía;

pues la estación del pueblo parecía

la loca dispersión de una colmena.


X

Y, con dolor profundo

mirándome a la faz, desencajada,

cual mira a su doctor un moribundo,

siguió: -Yo os juro, cual mujer honrada,

que el hombre que me dio con tanto celo

un poco de valor contra el engaño,

o aquí me encontrará dentro de un año,, 

o allí!...- me dijo señalando al cielo.

Y enjugando después con el pañuelo

algo de espuma de color de rosa

que asomaba a sus labios amarillos, 

el tren (cual la serpiente que escamosa

queriendo hacer que marcha, y no marchando,

ni marcha ni reposa),

mueve y remueve, ondeando y más ondeando

de su cuerpo flexible los anillos;

y al tiempo en que ella  y yo la mano alzando,

volvimos, saludando, la cabeza, 

la máquina un incendio vomitando, 

grande en su horror y horrible en su belleza, 

el tren llevó hacia sí pieza tras pieza,

vibró con furia y lo arrastró silbando.



El maquinista de la General (Buster Keaton, 1926)


Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941)


Pánico en el Transiberiano (Eugenio Martín, 1972)


Código Fuente (Duncan Jones, 2011)


Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959)


Asesinato en el Orient Express (Kennet Branagh, 2017)


Los Hermanos Marx en el Oeste (Edward Buzzell, 1940)


Deseos Humanos (Fritz Lang, 1954)


El tren de Bertha (Martin Scorsese, 1972)


Antes de amanecer (Richard Linklater, 1995)


La piel quemada (Josep María Forn, 1967)


La dama del tren (Charles David, 1945)


El tesoro de Sierra Madre, (John Huston, 1948)


El tren de la vida (Radu Mihaileanu, 1998)


Hasta que llego su hora (Sergio Leone, 1968)


Mujeres enamoradas (William A. Wellman, 1931)


Bullet Train (David Leitch, 2022)


Llegada del tren a la estación de La Ciotat (Louis y Auguste Lumière, 1896)


El hombre del Oeste (Anthony Mann, 1958)


Sin nombre (Cary Foji Fukunaga, 2009)


El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962)



Guardianes de la noche: Tren infinito (Haruo Sotozaki, 2020)


El tren fantasma (Walter Forde, 1941)


El espíritu de la colmena (Víctor Eríce, 1973)


Anna Karenina (Joe Wright, 2012)


Tormento (Mikio Naruse, 1968)


Los claros motivos del deseo (Miguel Picazo, 1977)


Cowboy (Delmer Daves, 1958)


La buena nueva (Helena Taberna, 2008)


Cristo se paró en Éboli (Francesco Rosi, 1979)


Mr. Turner (Mike Leigh, 2014)


Canto tercero

El crepúsculo


I

Cuando un año después, hora por hora,

hacia Francia volvía,

echando alegre sobre el cuerpo mío

mi manta de alamares de Zamora,

porque a un tiempo sentía,

como el año anterior, día por día,

mucho amor, mucho viento y mucho frío;

al minuto final del año entero, 

a la cita acudí cual caballero

que va alumbrado por su buena estrella;

mas al llegar a la estación aquella

que no quiero nombrar, porque no quiero,

una tos de ataúd sonó a mi lado,

que salía del pecho de una anciana

con cara de dolor y negro traje;

me vio, gimió, lloró, corrió a mi lado,

y echándome un papel por la ventana,

- Tomad- me dijo- y continuad el viaje!-

Y cual si fuese una hechicera vana

que después de un conjuro, en alta noche

quedase entre la sombra confundida;

la mujer, más vieja, envejecida.

De mi presencia huyó con ligereza

cual niebla entre la luz desvanecida,

al punto en que, llegando, con presteza

echó por la ventana de mi coche

esa carta tan llena de tristeza,

que he leído más veces en mi vida

que cabellos contiene mi cabeza:


II

-"Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros,

cuenta os dará de la memoria mía.

Aquel fantaqsma soy, que, por gustaros,

jugó a estar viva a vuestro lado un día.

"Cuando lleve esta carta a vuestro  oído

el eco de mi amor y mis dolores,

el cuerpo en que mi espíritu ha vivido

ya durmiendo bajo unas flores.

"Por no dar fin a la aventura mía,

la escribo larga... casi interminable!...

¡Mi agonía es la bárbara agonía

del que quiere evitar lo inevitable!

"Hundiéndose al morir sobre mi frente

el palacio ideal de mi quimera,

de todo mi pasado, solamente

esta pena os doy borrar quisiera.

"Me rebelo a morir, pero es preciso...

¡El triste vive, y el dichoso muere!...

¡Cuando quise morir, Dios no lo quiso:

hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!

"¡Os amo, sí! Dejadme que habladora

me repita esta voz tan repetida:

que las cosas más íntimas ahora

se escapen de mis labios con vida.

"Hasta furiosa, a mí que ya no existo

la idea de los celos me importuna;

¡juradme que esos ojos que me han visto

nunca el rostro verán de otra ninguna!

"Y si aquella mujer de aquella historia

vuelve a formar de nuevo vuestro encanto,

aunque os ame, gemid en mi memoria:

¡yo os hubiera también amado tanto!...

"Mas tal vez allá arriba nos veremos,

después de esta existencia pasajera,

cuando los dos, como en el tren, lleguemos 

de nuestra vida a la estación postrera.

"¡Ya me siento morir!... ¡El cielo os guarde!

Cuidad, siempre que nazca o muera el día,

de mirar al lucero de la tarde,

esa estrella que siempre ha sido mía.

"Pues yo desde ella os estaré mirando, 

y como el bien con la virtud se labra,

para verme mejor, yo haré rezando

que Dios de par en par el cielo os abra.

"¡Nunca olvidéis a esta infeliz amante

que os cita, cuando os deja, para el cielo!

¡Si es verdad que me amasteis un instante,

llorad, porque eso sirve de consuelo!...

"¡Oh padre de las almas pecadoras!

¡Conceded el perdón al alma mía!

¡Amé mucho, Señor, y muchas horas,

mas sufrí por más tiempo todavía!

"¡Adiós, adiós! Como hablo delirando,

no sé decir lo que deciros quiero!

¡Yo sólo sé de mí que estoy llorando,

que sufro, que os amaba y que me muero!"-


III

Al ver de esta manera,

trocado el curso de mi vida entera

en un sueño tan breve,  

de pronto se quedó, de negro que era,

mi cabello más blanco que la nieve.

De dolor traspasado

por la más grande herida

que a un corazón jamás ha destrozado

en la inmensa batalla de la vida, 

ahogado de tristeza,

a la anciana busqué desesperado,

mas fue esperanza vana,

pues, lo mismo que un ciego deslumbrado;

ni puede ver la anciana,

ni respirar del aire la pureza

por más que abrí cien veces la ventana

decidido a tirarme de cabeza.

Cuando por fin sintiéndome agobiado 

de mi desdicha al peso,

y encerrado en el coche, maldecía

como si fuese en el infierno preso,

al año de venir, día por día,

con mi grande inquietud y poco seso,

sin alma, y como inútil mercancía,

me volvió hasta París el tren expreso.


FIN


BONUS TRACK ¡¡¡

¿Sois capaces de averiguar a qué película corresponden estas imágenes?




























EN PLENO RODAJE ¡¡¡


Los Profesionales (Richard Brooks, 1966)


Los apuros de un pequeño tren (Charles Crichton, 1953)


La bestia humana (Jean Renoir, 1938)


La conquista del Oeste (Varios directores, 1962)


Lion (Garth Davis, 2016)



Literatura recomendada sobre trenes

- Tren fantasma a la estrella de Oriente. Paul Theroux.

- El expreso de Tokyo. Seicho Matsumoto.

- Trenes rigurosamente vigilados. Bohumil Hrabal.

- Miguel Strogoff. Julio Verne.

- Los europeos. Tres vidas y el nacimiento de la cultura cosmopolita. Orlando Figes.

- Asesinato en el Orient Express. Agatha Christie.

- El señor Norris cambia de tren. Christopher Isherwood.

- Los chicos del ferrocarril. Edith Nesbit.

-La bestia humana. Émile Zola.

- La Madona de los coches cama. Maurice Dekobra.

- Extraños en un tren. Patricia Highsmith.

- Calle de la estación, 120. Léo Mallet.

- La dama desaparece. Ethel Lina White.

- El largo viaje. Jorge Semprún.

- Tren nocturno a Lisboa. Pascal Mercier.



En pintura ¡¡¡

Delicias. Alfonso González del Dedo (Óleo sobre lienzo, 2001)


El tren de las 4. Elena Blanco (Acrílico sobre lienzo)


Salida de la estación. Ceferino Olivé (Acuarela sobre papel)


Tren que sale. Hermann Pleuer (Óleo)


Estación de Saint-Lazare. Claude Monet (Óleo sobre tela)


El tren de las flores. Alejandro Correa (Acrílico sobre lienzo)


Compartimento C, coche 293. Edward Hopper 


Circo en la estación. Antonio Torres López (Óleo sobre lienzo)


Declive. Rafael Alonso López Montero (Acuarela sobre papel)


Sin título. Pedro Vilarroig Aparici (Acuarela sobre papel)


FIN DEL TRAYECTO ¡¡¡¡



El hombre de Boston


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