Belleza es verdad, verdad es belleza. Es todo lo que sabemos en la tierra y cuanto necesitamos saber.
Vista con la perspectiva y la lucidez que proporciona el paso del tiempo, es difícil de imaginar una película como Jennie con otros rostros que no sean los de Joseph Cotten y Jennifer Jones. William Dieterle, director alemán que emigró a los Estados Unidos huyendo de la amenaza del nazismo, consiguió con esta obra una de las mejores películas de su carrera. Una historia de arrebatadora belleza, tanto en su estética, como en su concepción. Basada en una novela de Robert Nathan, nos presenta a Eben Adams, un pintor arruinado que sobrevive como puede en la ciudad de Nueva York. Un día conocerá a Jennie, una niña con la que mantendrá otros encuentros en los que la chica se irá convirtiendo en una bellísima joven de la cual el pintor se enamora irremediablemente.
Supe por fin que el amor es infinito, y que la pequeña felicidad de hoy no es mas que una parte de él.
Pocas veces en la gran pantalla podemos encontrar una reflexión tan acertada sobre el proceso creativo y la inspiración. Un análisis tan preciso sobre el artista y su musa. Sobre esa imperiosa necesidad de amar y ser amado como condición para exteriorizar todo el talento y toda la fuerza creativa que el artista guarda celosamente en su interior, a la espera de alcanzar esa comunión, ese orgasmo espiritual y amoroso que es el camino a la inspiración. Un amor puro, atemporal y metafísico.
Dieterle, con la ayuda de la extraordinaria fotografía de Joseph H. August, da con el tono perfecto para esta historia, confiriendo a la película un aura especial mediante la combinación de romanticismo, fantasía y lirismo. Consigue así una sucesión de planos y secuencias realmente bellas, inspiradoras y raramente melancólicas. Y todo ello hilvanado con un guion prodigioso, lleno de citas maravillosas y que está en consonancia perfecta con la historia y las imágenes.
De donde vengo, nadie lo sabe. Y a donde voy, todo va.
Otra de las cualidades que me gustaría destacar de Jennie es su habilidad para aglutinar diversos temas bajos alrededor de la historia que está contando al espectador. Además de los ya citados, van apareciendo a lo largo del metraje reflexiones sobre varias cuestiones como la soledad, la muerte, el destino, el paso del tiempo, las oportunidades perdidas o la amistad. Unas tratadas con mayor profundidad que otras, pero que, en su conjunto, logran una película compleja, profunda y con muchos planteamientos sobre los que pensar y reflexionar. Es evidente estamos ante una de esas obras cinematográficas que dejan huella y permanecen en la memoria del aficionado al cine. Una película contemplativa, para ver sin prisas, en silencio y con la máxima atención para tratar de absorber todo lo que nos ofrece. Es, además, una magnífica galería de imágenes sobre la ciudad de Nueva York y sus encantos, que se convierte en uno mas de los personajes que pueblan este universo de Jennie.
Los hilos de nuestras vidas están trenzados juntos y ni el mundo ni el tiempo pueden separarlos.
Jennie es una película que no se parece a casi ninguna otra de las que yo conozco. Sin embargo, reflexionando sobre ella y buscando paralelismo, me parece que comparte muchas sinergias con un título mucho mas actual y, en principio, radicalmente distinto. Me refiero a Her (2013), de Spike Jonze. Ambos títulos, como digo tan dispares y alejados en tantos aspectos, guardan muchas similitudes si se miran con un poco de detenimiento. Especialmente en el dibujo de esa atmósfera irreal, abstracta, triste y bañada por la desesperanza y una poderosa melancolía (a la que hay que sumar, en el caso de Jennie un evidente tono fantasmagórico). Además, ambas comparten, ese halo de un romanticismo pasional, exaltado y llevado hasta sus últimas consecuencias. Os propongo un interesante juego cinéfilo: disfrutar de estas dos películas tan lejanas en el tiempo, en la temática y en las formas, pero tan estrechamente unidas por tantos detalles que os invito a descubrir.
Y por ir acabando, soy consciente de que Jennie es una película muy alejada de los cánones del entretenimiento que predominan en la actualidad. La obra de Dieterle va a contracorriente de los títulos que cada semana se agolpan en las pantallas de los cines. Títulos cargados de violencia extrema, (d)efectos especiales y tecnología digital. Todo esto esta bien si nos ayuda a contar una historia. En caso contrario, que suele ser lo habitual, nos encontramos frente a la vacuidad pura y dura. Quiero decir, que merece la pena adoptar la mirada necesaria para ver esta película. Mirarla con los ojos del corazón, el alma y el espíritu. Libres de prejuicios y modas efímeras. Disfrutarla artística y emocionalmente. Y por último analizarla con el intelecto. Se que no es lo habitual en el cine de nuestros días. Pero merece la pena. Os lo prometo.
Dedicado a un gran pintor: Alfonso Peñalver.
El hombre de Boston
La estupenda banda sonora de Jennie corrió a cargo de Dimitri Tiomkin, y está basada en temas del inolvidable compositor francés Claude Debussy. La canción principal fue escrita por Gordon Burdge y J. Russel Robinson y posteriormente fue versionada por Nat King Cole con enorme éxito.
Excelente artículo sobre esta joya del cine, estoy completamente de acuerdo en todo lo que tan acertadamente has expuesto. Esta cinta para mí es pura magia y poesía, llena de un lirismo absoluto y de una ternura que te abraza el alma.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario y por leer el texto ¡¡ Coincido también con tus apreciaciones. Saludos ¡
EliminarHola Pedro. Soy Antonio Morales, quiero felicitarte por tu excelente artículo sobre el film, Jennie. Una declaracion de amor por el buen cine clásico.
ResponderEliminarHola Antonio. Muchas gracias por leer el texto y por tu comentario. Un abrazo¡¡
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