El corazón no es como una caja que se llena. Crece en tamaño mientras más amás.
Her (Spike Jonze, 2013) es una película sorprendente. Una de esas obras a las que uno "enfrenta" su visión sin demasiadas esperanzas, tal vez por una innecesaria carga de prejuicio, y de las que, una vez concluida su visión, queda agradablemente reconfortado. Felizmente satisfecho e inquietantemente preocupado. Y a la vez, colmado de una esperanza sincera. Spike Jonze nos lanza en Her una serie de preguntas, dilemas y reflexiones. Pero también nos regala la respuesta. Al menos yo la tomo como tal.
Creo que todo el que se enamora es un raro. Hacerlo es una locura, es como una forma de locura socialmente aceptable.
Theodore (soberbio Joaquin Phoenix) es un hombre que trabaja en una empresa escribiendo cartas para terceras personas. De carácter más bien solitario, está en proceso de divorcio y su existencia es gris y monótona. Un día descubre la publicidad de un nuevo sistema operativo basado en la inteligencia artificial, que está diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario, y decide comprarlo. Theodore iniciará una relación romántica con Samantha (Scarlett Johansson), la voz femenina de este sistema operativo...
¿Que es el amor? ¿Un sentimiento? ¿Una quimera? ¿Algo pasajero? ¿O acaso es aquello que nos hace felices y que enciende nuestro corazón sin importar su procedencia? Spike Jonze nos sitúa en un futuro relativamente cercano. Quizás demasiado cercano. En una sociedad donde la soledad está en un primer plano. Una sociedad absolutamente informatizada. Plenamente conectada. Y a pesar de ello, una sociedad infeliz. Son tremendamente significativos los personajes que pueblan esta película. Se nos muestran aislados, distantes, apesadumbrados. A pesar de que persiguen el amor, de que buscan la felicidad. Aunque quizás en el lugar equivocado... En lo que parece un contraste con esta oscura realidad, Her nos presenta una estética arquitectónica y decorativa llena de colorido, de luz y de reflejos. Como si se pretendiera iluminar y poner un contrapunto de felicidad y esperanza a una monotonía insignificante e intrascendente. En este sentido, la constante a lo largo de la película en el tratamiento fotográfico, se decanta por la utilización de tonos cálidos y pastel, en lugar de utilizar tonos fríos, como hubiera correspondido, de manera mas natural y comúnmente aceptada en una historia de corte futurista. Una señal inequívoca de su clara apuesta por que en la narración tengan protagonismo, por encima de otras consideraciones, los afectos.
Spike Jonze, además de dirigir la película la escribió, alzándose merecidamente con el Oscar en su categoría de Mejor guion original. Una historia bellísima, etérea y sensible, que no sensiblera. Joaquin Phoenix realiza una interpretación conmovedora, cercana y perfectamente creíble de su personaje, y soporta, mediante su contenida actuación, todo el peso narrativo de Her. Un relato equilibrado e intimista que va acumulando momentos y situaciones que conducen al espectador por un universo raramente transitado por el cine, convirtiendo la visión de esta película en una suerte de experiencia cinematográfica inusual de la que no deseamos escapar. A Scarlett Johansson, no la vemos en pantalla. Ni falta que hace. Ahí queda su voz con la que perfila su personaje, del que es fácil llegar a enamorarse. Para ello, claro, tenemos que prescindir de la versión doblada.
Siento que algo cambió en mí y que ya no hay vuelta atrás. Tú me hiciste despertar.
Esta alegoría del amor que es Her nos enfrenta a nosotros mismos. Nos condiciona a cuestionarnos nuestro sentido del amor. La manera de entenderlo. ¿De quién nos enamoramos? ¿O de qué? ¿Importa eso mucho...? Her hace una defensa cerrada a escuchar nuestro corazón. Es lo verdaderamente trascendental. Nos llama a dejarnos llevar por nuestras pasiones. Y hablando de pasiones, que gran momento se nos regala al espectador con ese primer encuentro íntimo entre Theodore y Samantha y ese fundido a negro... Verdaderamente, nos encontramos ante una gran película romántica. Una propuesta audaz, original y valiente, que logra conectar con nuestros sentimientos. Repleta de líneas de guion absorbentes, seductoras y rebosantes de inspiración. Todo ello en un futuro extrañamente conocido, donde la tecnología nos sustituye en gran medida. Un futuro de extrema conexión digital donde las relaciones humanas van cediendo ante el imparable y vertiginoso avance del conocimiento científico, que tanto condiciona nuestros estilos de vida. Pero... ¿acaso no estamos ya en ese futuro que nos muestra la película?
Theodore remedia su soledad con Samantha, un sistema operativo de inteligencia artificial. Y con él vive una profunda relación sentimental que acaba siendo extremadamente real, mágica y dolorosa. Pero, ¿no sería más fácil abrir nuestros ojos y nuestro corazón a aquello que rodea?
Her es, sin duda, una obra compleja e hipnótica que recomiendo a todos aquellos lectores que gusten del cine que despierta sentimientos. Del tipo que sean. Transcurridas un par de horas, uno acaba con los ojos humedecidos, la mente abierta y el corazón dispuesto para amar y ser amado. Y mientras estoy terminando de garabatear estás pocas líneas, me doy cuenta de lo mucho que me ha gustado esta melancólica historia de amor. Hacía mucho tiempo que no veía en la pantalla una propuesta tan diferente, transgresora y hermosa.
Apago el ordenador después de intentar ordenar un poco la tormenta de ideas y sensaciones que ha despertado en mí esta joyita del cine contemporáneo. Miró el reloj y me doy cuenta de que ya son altas horas de la madrugada. No importa. Enciendo el televisor y me dispongo de nuevo a entregarme a la visión de este romanticismo futurista y de resonancias vanguardistas que me deja una sensación rondando en mi cabeza y en mi corazón: con el transcurso de los años, con la lúcida y clarificadora perspectiva que proporciona el paso del tiempo, Her, se situará al lado de romances míticos y ya considerados clásicos como Breve encuentro (David Lean, 1945) o Tu y yo (Leo Mccarey, 1957).
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