La joven de la perla (Peter Webber, 2003) por Antonio Morales Sánchez

 

Antonio Morales Sánchez es un autodidacta y emprendedor. Le encanta el humor inteligente y es un amante de la cultura en general. Le gusta escribir sobre lo que le apasiona, intentando compartir esas inquietudes culturales con los demás. Ama el cine, la música y la pintura. Y por supuesto, la literatura, aunque lee menos de lo que le gustaría.

Procura viajar siempre que puede pero, sobre todo, intenta aprovechar el tiempo en menesteres gratificantes y enriquecedores.






La Luz de Johannes Vermeer, misteriosa y difícil de atrapar


A propósito de un film tan especial como es "La joven de la perla" (Girl With a Pearl Earring, 2003), me ha parecido oportuno reflexionar sobre pintura y cine desde una perspectiva actual, aunque siempre tuvieron una estrecha relación como podemos apreciar en tantos films. ¿Qué es Barry Lyndon de Kubrick, sino una sucesión de fotogramas que parecen lienzos encadenados? Él y su fotógrafo John Alcott fueron capaces de iluminar algunas escenas sólo con velas y tras un estudio minucioso de los pintores ingleses que retrataron aquella época.

La consideración del cine como un arte que se nutría de las experiencias de otros medios ha hecho que, con frecuencia, al lenguaje cinematográfico se le haya correlacionado con otros lenguajes artísticos. Por supuesto el teatro y la pintura han sido los que se han considerado más susceptibles de influir sobre el cine. En el caso de la pintura la asimilación del plano su composición, su contenido, la ordenación de las formas y colores dentro de él se ha hecho con arreglo, en muchas ocasiones, a precedentes pictóricos. Dentro de la historia cinematográfica se han dado numerosos ejemplos de asimilación estética motivada por un cúmulo de razones: el deseo de alcanzar la "dignidad cultural" de un arte ya reconocido, la inercia que supone el recurrir a experiencias ya admitidas, el deseo de eludir la propia condición industrial del cine al tomar como referencia a otro que es artesanal y, por tanto, menos condicionado estructuralmente. Un film se crea con un colectivo humano, un lienzo solo necesita un pintor.


Vista de Delft


La joven de la perla


Militar y muchacha riendo


El Rijksmuseum de Ámsterdam había colgado el cartel de "no hay entradas" cuatro días después de inaugurarse la exposición dedicada a Johannes Vermeer (1632-1675), el pintor holandés del Siglo de Oro. Era la noticia publicada en el diario "El País" a mediados de febrero de 2023, buena prueba del interés que despierta este pintor en la época actual. También el interés que suscita en el mundo cinéfilo esa luz y los escasos lienzos que pintó. Hasta ahora el cineasta que más se aproximó y experimentó fue Carl Theodor Dreyer en algunos de sus films, como también se inspiró en Rembrandt y Frans Hols. En una sociedad tan electrónica y digital, donde lo importante es la imagen y la estética, hay que trasladar nuestro pensamiento a una época donde ese uso de la imagen también era importante, pero en este caso como traslado de las emociones y testimonios que había que plasmar en un lienzo. La pintura como arte ilustrativo siempre tuvo una gran influencia para los operadores y cineastas creativos. Pero el público en general ha ido asociando esas dos artes de forma progresiva, buena prueba de ello es el interés en filmar películas como la que nos ocupa y que sirve de pretexto para este artículo que solo pretende despertar los sentidos del aficionado al arte.

El cine clásico americano ha utilizado la estética de algunos pintores autóctonos para sus films. Frederic Remington ha sido recreado para el Western, y Edward Hooper para la vida actual. Minelli se aproximó al universo luminoso de Van Gogh en la biografía, "El loco del pelo rojo". Por otra parte el film "Mr. Turnner" de 2014, podría ser otro buen ejemplo de cine europeo, de gran recreación estética sobre la obra de William Turnner (otro pintor de la luz), autor de la famosa frase: "¡El sol es Dios!".



Alegoría de la fe


Mujer sentada tocando la espineta


La lechera


Autor de una escasa obra, poco más de una treintena de pinturas y prácticamente olvidado durante dos siglos, a partir de mediados del siglo XIX, la pintura de Vermeer tuvo un amplio reconocimiento. Théophile Thoré-Bürger contribuyó a la consagración de Vermeer (1632-1675) con unos artículos periodísticos muy elogiosos. Actualmente está considerado uno de los mas grandes pintores de los Países Bajos. Es particularmente reconocido por su maestría en el uso y tratamiento de la luz, una luz personal que nadie ha podido igualar. Una luz a la que se ha aproximado con éxito Eduardo Serra, como operador y Peter Webber debutante en la dirección y procedente de la televisión, en mi opinión, una maravillosa recreación de la época en que vivió el pintor en la ciudad de Delft (Países Bajos).

"La joven de la perla" de 2003 es la extraordinaria simbiosis que Webber consigue establecer entre su propio film y el peculiar microcosmos de Vermeer de Delft. Una simbiosis que permite al espectador franquear el mágico y enigmático umbral de sus lienzos y conocer así, "in situ", ese universo de luz, colores y texturas tan característico en la pintura del genio holandés. El argumento se inspira en una novela homónima publicada por Tracy Chevalier en 1999, el relato tiene como reclamo uno de los más famosos cuadros de Vermeer: "La joven de la perla", también llamada "La chica del turbante", que se encuentra en el Mauritzhuis Museum de la Haya. Un trabajo bien cuidado en términos de escenografía y puesta en imágenes, reflejando la pintura costumbrista del siglo XVII. Los personajes encarnados por sus intérpretes parecen moverse si no por el interior de unos cuadros bien conocidos, sí por una extensión de los ambientes reflejados en ellos: viven sus peripecias en un marco definido por el propio universo del pintor, que a su vez es uno de los personajes centrales del relato (un excelente Colin Firth).



El arte de la pintura


Mujer con una jarra de agua


La callejuela


Mención especial merece la joven Scarlett Johansson como Griet, la criada, auténtica protagonista del film con su físico espectacular y su mimetismo hacia la modelo del cuadro. Sería injusto valorar el film sólo por su pictorialismo, ya que la construcción del "tempo" narrativo, el desrrollo de la madeja de relaciones que se instituyen en el hogar de los Vermeer entre éste, su mujer, Catharina Bolnes, su suegra María Thins, algunos de sus muchos hijos, Griet, o el rico Van Ruijven, comandatario y comprador de la escasa obra del pintor, son otros tantos aciertos del cineasta Vebber, que contribuyen a la verosimilitud de este interesante y sugestivo film. Una reflexión sobre pintura y cine, la obsesión de un pintor por su modelo, la pasión de crear, el misterio de sus cuadros así como el clima misterioso que rodeó la vida del propio pintor. Por supuesto que este artículo es incompleto, pero puede ser un aperitivo para interesarse en otros platos muy variados, utilizando un símil gastronómico.


Antonio Morales Sánchez






Comentarios

  1. Magnífica entrada en todos los aspectos, tanto en lo que es el reconocimiento de la obra de Vermeer como en lo que se refiere a la película "La joven de la perla".

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  2. Magnífica y extraordinario ensayo Antonio,,te felicito he sentido con ella toda la fuerza y emoción que has expuesto en el, es cálido cercano y con un lenguaje sencillo pero muy atrayente y dinámico que ha despertado mi interés por conocer más a este pintor que ni siquiera sabía cómo se llamaba,pero no me avergüenzo de confesarlo puesto que leyendo cosas como estás y otras similares se aprende mucho. Me ha gustado mucho como escribes sobre el personaje de forma cercana y de forma tan especial.

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