Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957) de Billy Wilder





Testigo de Cargo (Witness for the Prosecution, 1957) de Billy Wilder


Recuerdo haber visto Testigo de Cargo por primera vez en una época en la que mis conocimientos cinematográficos no acertaban a dilucidar el alcance del talento de genios como Billy Wilder, Charles Laughton o Marlene Dietrich, esa actriz cuyo nombre empezaba como una caricia y terminaba como un latigazo. Pero ya entonces, el irresistible magnetismo de esta obra maestra me sedujo sin remedio. Muchas películas mas tarde, me sigue pareciendo un ejemplo perfecto de la grandeza de este arte que se hizo mayor prácticamente con sus primeros pasos.

Si este drama judicial basado en la obra homónima de Agatha Christie con sus tintes folletinescos y sus increíbles y retorcidos giros de guion hubiera caído en otras manos, probablemente estaríamos hablando de un material mediocre y decepcionante. Pero el genio inconmensurable de Wilder, que aquí además de dirigir escribió el guion -como le gustaba hacer habitualmente, por otra parte-, hacen que Testigo de Cargo sea una fiesta. Y de paso, y esto es solo una opinión, la mejor adaptación jamás rodada de la obra de la gran Agatha Christie. Creo adivinar lo que estáis pensando; venga, vale. Rectifico: una de las mejores.






El grandioso reparto, encabezado por un inolvidable Charles Laughton, es otra de las grandes virtudes de esta película que, por encima de cualquier otra consideración, es una obra maestra del arte del entretenimiento. Posee una eficacia y una agilidad narrativa encomiables y aguanta un visionado tras otro sin perder ni un ápice de interés. Incluso conociendo el desenlace.

De mención obligada resulta también Elsa Lanchester, a la sazón esposa de Laughton, y que brinda al espectador una excelente interpretación como la enfermera que cuida del prestigioso abogado criminalista al que da vida Charles Laughton en una de sus interpretaciones mas memorables, perfectas e inolvidables -no me olvido de su Graco en Espartaco (Stanley Kubrick, 1960)-. Produce auténtico regocijo y placer verlo en todas y cada una de las escenas.

En fin, Testigo de Cargo es una de esas películas de las que podríamos pasarnos horas y horas hablando y escribiendo sobre ellas. Pero me gustaría acabar con una reflexión: la película obtuvo seis nominaciones a los Oscar y no consiguió ninguna estatuilla, convirtiéndose en uno de los numerosos ejemplos que demuestran los continuos errores -¿o intereses?- de la Academia a lo largo de su existencia. Pero además tuvo varias nominaciones a los Globos de Oro, premios Bafta, Sindicato de directores... Y no logró ningún galardón de todas estas nominaciones. Si no estoy mal informado, solamente un David di Donatello al mejor actor extranjero para Charles Laughton. Y yo me pregunto, ¿es posible que prácticamente nadie reconociera debidamente en su momento a Testigo de Cargo como la obra maestra que es? A mi sinceramente me produce, cuando menos, extrañeza.

El caso es que Testigo de Cargo es una de esas películas inagotables para disfrutar una y mil veces y que, desde un tiempo atrás, incluyo en esas listas que, de cuando en cuando, solemos confeccionar los enamorados del séptimo arte sobre los mejores títulos de la historia del cine.




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