Réquiem por Cormac McCarthy, por David Salgado.

 

A David Salgado Marcote, la literatura, la música, la pintura, la escultura y el teatro le resultan fascinantes. Pero de todas las formas de expresión artísticas, el cine es la que mas le motiva.

Intenta centrar su vida en torno a la creación y difusión de la cultura en general y mas concretamente, del cine y de las películas.

Es coautor del libro "Un viaje por el cine fantástico y de terror".

Tiene una magnífica página que os recomiendo que visitéis: 24sombrasporsegundo.com, donde encontraréis textos fantásticos, escritos con un estilo estupendo, original y tremendamente personal.






A TRAVÉS DE LA SENDA TENEBROSA. CORMAC McCARTHY, EL PREDICADOR OSCURO.


"CMcC" podría ser -aunque parezca no tener sentido- la fórmula para obtener la excelencia literaria norteamericana, pues este extraño conjunto de letras que forma un todo ilegible si pretendemos obtener una sola palabra, encierra (como si de un acto propio de la alquimia se tratase), el tesoro más preciado. "CMcC", esta especie de acrónimo encierra dos de los pilares de la literatura gótica sureña: Carson McCullers y el predicador oscuro que hoy recibe este intento de homenaje a modo de Réquiem: Cormac McCarthy.

Hace pocos días, Cormac McCarthy cruzó la última frontera, esa línea imaginaria que tan real se mostró en sus novelas. Y es que más que un escritor, McCarthy parecía un mago, una especie de sabio inquietante y enigmático conocedor de la materia oscura del universo norteamericano, portador tal vez de las llaves que abren las puertas de lo desconocido. Sea como fuere, McCarthy se sirvió de la serena y desesperada tristeza de McCullers, y se adueñó del aire denso, caluroso y melancólico de aquellos cafés desvencijados en que los olvidados entonan sus baladas, convirtiéndolo en polvo que cae como un manto de suciedad, sangre y miseria sobre un camino por el que el predicador oscuro que fue McCarthy cabalgó como un jinete pálido, como el último profeta de una tierra maldita cuyo horizonte parece una línea infinita trazada sobre un crepúsculo que no cesa. Como un meridiano de sangre...

Si Herman Melville describió la naturaleza oscura sobre el abismo insondable del mar, McCarthy tomó el relevo, vagando por el desierto en el que los humanos se consumen bajo un sol implacable que despierta instintos bíblicos (en el sentido más apocalíptico del término), convirtiendo la tierra que en realidad nadie prometió a nadie, en un páramo desolado sobre el que la poética melancolía del gótico sureño da un nuevo paso hacia la perdición, trazando una senda tenebrosa en la que falsos profetas, guerreros enloquecidos, almas entregadas al mejor postor mediático y todo tipo de siluetas que parecen esbozar eso que llaman seres humanos acechan... aguardan... caminan... No saben a quién, no saben el qué, no saben a dónde. Pero dan sentido a un mundo oscuro que esta especie de nigromante y alquimista moderno concibió como un Western eterno en el que los versos acerca del fin del mundo pueden ser recitados, tanto por una heroína sureña como por un jinete cromado y frenético como Mad Max.

Al fin y al cabo, Cormac McCarthy era un mago, un caminante a través de la senda tenebrosa. Un predicador oscuro. Así todo es posible...





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