Gene kelly o el encanto del musical, por Ana Aldazabal

 

Ana Aldazabal es abogada. Sus padres, que son pintores, le transmitieron el amor por el cine y por la pintura. Y claro, desde entonces, tiene la necesidad de recurrir frecuentemente a una dosis de esta medicina que supone ponerse delante de una pantalla, ya sea en un cine o en el salón de casa, y abandonarse al inmarcesible encanto y felicidad que produce el visionado de una buena película. Le gusta el cine de cualquier época y condición, pero siente auténtica debilidad por el cine clásico de la época dorada de Hollywood. 

El jazz y el rock, son otras de sus pasiones. Ahhh... Y escaparse a la playa siempre que puede...

El gusto por la escritura, y por transmitir la pasión artística que late en su interior, se están adueñando de ella sin que pueda hacer nada por remediarlo... Le gusta firmar bajo el pseudónimo de Lina Lamont. ¿Os suena...?






Cuando mi querido amigo Peter me invitó a escribir unas palabras en este rincón, no tuve dudas de por dónde empezar: por la primera vez que descubrí mi amor por el cine. Yo tendría unos 8 años y al ver a Gene Kelly bailando claqué con el ratón Jerry en Levando Anclas (1945) y descubrir que Frankie (Sinatra) no solo cantaba en el tocadiscos de mis padres sino que además, podía bailar saltando de cama en cama, vestido de marinero, me quedé boquiabierta pegada a la pantalla y supe que no había ninguna otra cosa que pudiera hacerme disfrutar más en el mundo que ver una y otra vez esa cinta hasta que se gastó. Aparte del orgullo patrio porque uno de los personajes de la película es uno de los primeros artistas españoles que triunfó en Hollywood, el músico valenciano José Iturbi, sublime al piano en el Hollywood Bowl.







Por suerte, al tiempo, descubrí que también estaban Un día en Nueva York, Un americano en París o Pal Joey, pero cuando llegó a mi poder Cantando bajo la lluvia (1952), exploté de admiración por Gene Kelly, por el baile, por la música de las grandes bandas con smoking y por la época dorada de Hollywood. Y desde entonces soy una gran defensora de los musicales de los años 50. Hay que vivirlos moviendo los pies en el sofá, admirar el tremendo esfuerzo físico que realizaban, dejándose contagiar por la alegría inocentona de sus historias y disfrutando de la estética de escenario de cartón, que es ideal para lograr el ambiente exacto de cada número, la innovación de las coreografías, y con la mente siempre puesta en esa época. No todos los espectadores tienen la suerte de que les guste el género musical, pero a los que sí, tienen la capacidad de dejarte pletórica todo el día. Eso sí, estoy hablando de los musicales de los años dorados de Hollywood.

El resto de mi vida he seguido viendo todo el cine que el tiempo libre me permite, de todos los géneros y, siempre me queda la sensación de que no hay un actor que se haya esforzado más físicamente y que se haya exigido más a sí mismo para lograr la perfección, que mi adorado Kelly, capaz de hacer el número más mítico de la historia con 40 de fiebre (Singing in the rain).











He leído en varias biografías que, como ocurre en muchos casos, en la vida real no era tan encantador como su hollywoodiense sonrisa le hacía parecer. Soy tan ferviente espectadora, que me gusta dejarme encandilar por los personajes, por su encanto en la pantalla, y mi cariño por él y su trabajo es máximo, a pesar de que Debbie Reynolds acabara con los pies sangrando tras el rodaje, o que su compañero Donald O'Connor terminara en el hospital por la alta exigencia de Kelly. Stanley Donen, el director de Cantando bajo la lluvia, se negó a participar en un documental sobre Kelly porque no tenía nada bonito que decir. Cyd Charisse, la mujer de las piernas más bonitas del mundo, tampoco le guardaba buen recuerdo tras rodar una de mis escenas favoritas del cine, el número de baile "Broadway melody", más de diez minutos de coreografía perfecta en technicolor. Por lo visto, sentía predilección por las chicas muy jóvenes, su primera esposa tenía solo 19 años, Betsy Blair, que curiosamente fue la protagonista de una peli española, "Calle Mayor", de Juan Antonio Bardem.










En el documental "Esto si es bailar" (1985), Kelly presenta la evolución del baile en la pantalla, desde los montajes de Busby Berkeley de los años 30, con cientos de bailarinas haciendo figuras geométricas con sus cuerpos, hasta la época de Michael Jackson. Aparecen varios bailarines con un talento enorme, como los hermanos Fayard y Harold Nicholas, especialistas en baile acrobático (flash dancing), realmente espectaculares, y con un éxito tan arrollador que eran los únicos artistas de color que tenían permitido alternar con los clientes blancos de los locales donde actuaban, así como Ray Bolger, el hombre de paja de El mago de Oz, que era un bailarín prodigioso. Por supuesto, también aparecen en el documental Fred Astaire, Ginger Rogers, Shirley McLaine, Sammy Davies Jr. y un largo etc. Tanto esfuerzo y talento de todos esos bailarines, actores, coreógrafos y músicos merece ser recordado un ratito más en el tiempo, porque nadie muere del todo mientras se les recuerde... Gracias Mr. Kelly por todas las horas de disfrute ante la pantalla moviendo mis pies y por ser el primero en abrir la puerta de mi fascinación por el cine. Y también gracias a Frank Sinatra por contestar la carta que le envié a los 8 años después de verle saltando camas en Levando Anclas.









Por LINA LAMONT







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