Cuerno de cabra es una película que, de principio a fin, te mantiene con la respiración contenida. Expectante sobre lo que te va a hacer sentir la siguiente escena.
Nos encontramos ante una película dura. Terrible. De una crudeza y un realismo aplastantes. Una película que, nos produce un dolor hasta físico, me atrevería a decir. Un nudo en el estomago. Una lágrima siempre al borde de deslizarse por la mejilla. Y, en algunos momentos, es imposible contener esa secreción.
Una película áspera que despierta asombro, rabia, impotencia, lástima, piedad, rechazo, incomprensión y no se cuantos sentimientos más.
Una lúcida reflexión sobre la violencia y sus consecuencias. Quizá, sobre la inutilidad de combatir esa violencia con más violencia. Una historia sobre lo difícil (imposible) que resulta ir en contra de las leyes de la naturaleza.
Una obra dotada de la esencia de los orígenes del séptimo arte. Si elimináramos el audio y los subtítulos, la película se seguiría entendiendo perfectamente. Es genuino y primigenio cine silente al que se han añadido algunas líneas de diálogo y un poco de (maravillosa y mágica) música.
Con un extraordinario y dinámico sentido narrativo, donde no sobra ni falta nada para lograr transmitirnos lo que se quiere contar, Cuerno de cabra ha pasado a engrosar mi lista de películas imprescindibles del cine europeo.
El hombre de Boston
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