El rapto de Proserpina





EL RAPTO DE PROSERPINA


Proserpina es la equivalente en la mitología romana a la diosa griega Perséfone. Perséfone es la hija de Zeus y de Démeter, diosa de los campos y la agricultura.

Hades raptó a Perséfone para obligarla a vivir con él en el inframundo. Y Démeter, entristecida y colérica, provocó que los campos quedaran estériles. Zeus utilizó al Dios Hermes para obligar a Hades a devolver a Perséfone.

Pero Hades había obligado a Perséfone a comer del fruto de la granada del inframundo, lo que la obligaría a vivir allí con él la mitad del año. El resto del tiempo, a partir de entonces, volvería con sus padres. Cuando Perséfone pudo regresar con su madre, ésta permitió que volvieran a crecer los frutos y las flores en los campos, relacionándose a partir de entonces, la llegada de la diosa Perséfone a la tierra con la entrada de la primavera. Así, cada año, la vuelta de Perséfone de los infiernos, trae consigo la finalización del invierno, devolviendo la vida a los campos.

Hasta ahí, la mitología. Ahora la realidad. El rapto de Proserpina es una impresionante escultura que Gian Lorenzo Bernini realizó cuando contaba solamente con veintitrés años de edad. El rapto de Proserpina es, sin duda, una de las cumbres de la escultura. Una obra de una belleza extrema, donde el dominio de la anatomía sobresale como una de sus mayores virtudes. Pero también el altísimo nivel de detalle y realismo de la obra, así como su capacidad para transmitir dinamismo y sentido dramático.






Tallada en mármol de Carrara y con una altura de 2,25 metros, El rapto de Proserpina es una magnífica obra de arte, que no deja indiferente a quien la contempla.

Si tuviera que equiparar esta joya escultórica con una película, en uno de esos juegos cinéfilos que tanto me gustan, tendríamos que situarnos al lado de una obra de Ford, Dreyer, Chaplin o Kurosawa. Podrían ser muchos otros, me podéis rebatir. Y estoy completamente de acuerdo en ello. Pero en este momento estos cineastas son los que me apetece reivindicar. Y con ellos Centauros del desierto, La palabra, Luces de la ciudad o Vivir. Obras todas ellas eternas, inagotables e imprescindibles. Obras tan luminosas e inmensas como la Vía Láctea, cuya contemplación nos hace sentir vivos. Y afortunados.  Exactamente lo mismo sucede cuando contemplamos El rapto de Proserpina.


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